Septiembre 1 de 2011
Sutilezas
Vagamente recuerdo lo que sucedió hace un mes, aunque podría afirmar que poco ha cambiado desde entonces. Pero si me coloco a pensar en lo que sucedió hace un año, sí podría afirmar que mucho ha cambiado a nivel personal, económico, político y social. Sin embargo, no es mi interés describir esos cambios en este momento.
Ya han sido aproximadamente siete años desde que salí del colegio. Recuerdo esos momentos donde tenía que madrugar para ir a estudiar, usar un uniforme, hacer tareas y exámenes para nada fáciles. En primero de primaria yo estudié en un colegio muy diferente al que estaba cuando terminé el bachillerato. Cuando tenía seis años, mi mejor amigo era un tocayo, al cual dejé de ver cuando me cambiaron de colegio. Tiempo después, me lo encontré cuando yo ya estaba en quinto; no pudimos volver a ser amigos, pasamos a ser un par de conocidos más. Ahora que tengo 23 años no sé nada de la vida de él. Pero bueno, así es la vida. Todo lo referente a mi vida personal, el estado económico mundial, la situación socio-política, todo eso ha cambiado de manera significativa. Es más, no recuerdo cómo se llamaba el ministro de hacienda en ese momento, aunque sí recuerdo los billetes de $100 pesos colombianos que rondaban junto a las monedas de 10 pesos. Pero no es mi interés opinar sobre dichos cambios.
No recuerdo la época en la que yací dentro del vientre de mi madre. Pero sí recuerdo aquellos días cuando yo no había entrado en ninguna de las instituciones educativas. Me quedaba en casa viendo televisión con mi hermana; recuerdo la compañía de mi madre y los juegos con mi padre. En esos momentos yo no pensaba en estudio o trabajo. No me importaba casi nada, ni siquiera lo que sucedía a nivel personal, económico, socio-político o ambiental; que, por cierto, desde entonces han cambiado mucho.
Así mismo sucede con las experiencias que tenemos con Dios. Las situaciones cambian día tras día, y poco a poco nos vamos olvidando de lo que Dios ha hecho con nosotros. Por esta razón, cada día pedimos nuevos milagros, nuevas manifestaciones divinas; no tanto por fe, sino por la incredulidad. Porque nos hemos olvidado de lo que Dios ha hecho en la historia en general y en nuestra historia particular.
Por esos cambios personales, económicos, políticos y sociales nos hemos ido olvidando del Dios creador, del Dios todopoderoso que tiene todo bajo su control. Por esas sutilezas, hemos nublado el panorama y perdido el enfoque. Pero, ¿es que acaso nuestro Dios no es el mismo Dios de Moisés?, ¿nuestro Dios no es el mismo Dios que sacó a su pueblo de la esclavitud?, ¿no es el mismo Dios al que el pueblo le reprochó haberlos sacado de la esclavitud?, ¿No es el mismo Dios que llevó a su pueblo a la tierra prometida?
No obstante, seguimos viviendo como el pueblo de Israel, viendo las maravillas de Dios y, aun así, reprochándole por no manifestarse. Seguimos viviendo como Pedro, que después de haber vivido con Jesucristo y tenido una experiencia cercana con él, lo negó para proteger su propia vida. Seguimos viviendo como si fuéramos el centro del universo, que Dios está para suplir nuestros caprichos. Seguimos exigiéndole obediencia, cuando los que debemos obedecer somos nosotros. Por sutilezas hemos dejado de ver las maravillas de Dios, hemos olvidado su grandeza y, finalmente, hemos olvidado que Dios tiene todo bajo control.
@DanielTapiero